Últimamente no hablo mucho del departamento de pisos y sí de otros temas transversales, pero a punto de embarcarme en otra aventura laboral que me llevará a los Alpes Suizos de nuevo, he tenido la oportunidad de reflexionar sobre la atención al cliente cuando he ido a comprarme una bicicleta.
(La que traje de España la robaron una noche, una banda organizada de un país del este se llevó la mía y 14 más del barrio, entrando en los patios traseros de las casas).
No he comprado una bici. He comprado la experiencia.
Tenía un presupuesto pensado, pero he terminado gastándome 100€ más. Y estoy feliz. ¿Por qué? Porque la atención que he recibido ha sido impecable.
Nada más entrar a la tienda, el vendedor se acercó (no tuve ni que buscarlo). Le conté lo que necesitaba. Me sacó un modelo, me lo ajustó, me hizo probarlo, me corrigió la altura del sillín, pidió una segunda opinión sobre cómo me quedaba el casco. Me escuchó. Me asesoró. Me dedicó una hora entera. Me ayudó a montar la bici en el portabicis que traía. Y lo mejor: me trató como una persona, no como una transacción.
Podría haberme ido a la empresa de material deportivo y me hubiera gastado la mitad, seguramente. Pero en una ocasión me trataron como ciudadana de segunda y les veté. No he vuelto a aparecer por esa tienda ni lo haré.
Lo barato sale caro (cuando te sientes maltratado)
En esta compra he pagado más, sí. Pero me he llevado una bici perfecta, montada y revisada. Me han regalado bridas para sujetarla al coche, me han dado consejos de ruta para volver a casa con seguridad… Y lo más importante: me he sentido acompañada, segura y respetada.

¿Moraleja?
Una buena atención al cliente te hace volver, pagar más y recomendar. Una mala atención al cliente puede arruinar una venta incluso antes de que empiece.
El supermercado de mi barrio tampoco es el más barato…
Pero para ir al más barato hay que coger el coche. Este no. Y aunque los precios no sean los más bajos, tienen algo que no se compra con dinero: a Ana.
Ana es una chica ucraniana con una lesión en la mano derecha que le impide usarla. Y, sin embargo, es la empleada más querida por todos. No por pena, sino porque con su sonrisa, sus peleas con el escáner cuando no quiere registrar un producto (¡con sus caras incluidas!) y sus comentarios sarcásticos, te saca una carcajada aunque vengas con mil problemas en la cabeza.
Han instalado cajas self-service, pero la respuesta del público ha sido quedarse en las cajas físicas, incluso si van a pagar con tarjeta. Lo más gracioso es que, aunque abran más cajas, los clientes prefieren hacer cola sólo para que les atienda Ana. En más de una ocasión ha tenido que decirnos que despejemos el paso y que usemos las otras cajas (siempre con una sonrisa, natürlich 😄).
🟢 Conclusión:
En un mundo saturado de productos, la diferencia está en cómo nos hacen sentir. Puedes tener el mejor producto del mercado, pero si tratas mal a la persona que entra por la puerta, lo único que se va a llevar… es la decisión de no volver jamás.
🗣️ ¿Y tú? ¿Has tenido alguna experiencia de atención al cliente que te haya hecho cambiar de idea (para bien o para mal)? Cuéntamelo en los comentarios.
No olvides suscribirte al blog y seguirnos en redes sociales, nos puedes encontrar en Facebook, Linkedin, Grupo Linkedin, YouTube e Instagram
¡Hey! 👋
No olvides que ahora también estamos en Telegram 🚀. El acceso es solo con invitación, así que si quieres unirte, déjame un comentario y te envío la invitación. ¡Te esperamos
Descubre más desde GOBERNANTA´S BLOG
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Filed under: departamento de pisos | Tagged: atencionalcliente, clientesfelices, experienciadecompra, hoteleria, retail, serviciodecalidad, ventas |


Deja un comentario