
Un poco de chismorreo o cotilleo no es malo. Puede relajar el ambiente, romper el hielo o incluso sacar una risa. Pero cuando se convierte en el deporte nacional del departamento, es la muerte del equipo. Cero confianza, cero colaboración. Solo miradas, gestos, silencios. Se analiza todo como si lleváramos escáneres de aeropuerto en los ojos, capaces de detectar el significado oculto de un pestañeo.
Y lo peor es que no pasa de un día para otro. Se infiltra. Se normaliza. Y cuando te das cuenta, ya no hay compañerismo ni comunicación: solo estrategias, frases medidas al milímetro y conversaciones que se detienen en cuanto alguien entra en la sala. Nadie quiere hablar con claridad por miedo a que lo usen en su contra. El ambiente se enrarece y el trabajo deja de fluir. Las tareas se hacen, sí, pero sin alma. Todo pesa más, todo cuesta más.
Como responsable, te encuentras en medio del caos: esperando que el equipo funcione como un reloj suizo, pero las piezas ya no encajan. Se han oxidado por dentro, desgastadas por el rumor constante, las indirectas y los cuchicheos.
Empiezan las actitudes. Esa persona que te hace mil preguntas, no para entender, sino para ver si en una de ellas dices lo que quiere oír para no hacer lo que no le apetece. Pero como pregunta, está “cumpliendo”. Y luego viene el comentario: “¿Te has enterado de lo que dijo la jefa?” Todo se distorsiona al pasar de boca en boca, hasta el punto en que el mensaje original ya no importa. Lo que tú dijiste como patata, acaba llegando arriba convertido en esternocleidomastoideo.
El problema no es solo lo que se dice, sino cómo se transmite. Porque cuando se juega con tus palabras, da igual lo que realmente hayas dicho. La percepción se vuelve verdad, y desmentir interpretaciones es como intentar atrapar humo con las manos.
Por eso, hay que cortar de raíz. No con gritos, sino con firmeza. Dejar claro que no hay espacio para eso. Porque si lo permites una vez, se repetirá. Y si se repite, se convertirá en norma.
Aplica la ley de Sócrates. Antes de hablar o repetir algo, pregúntate:
¿Es bueno?
¿Es cierto?
¿Es necesario?
Y si la respuesta a alguna de las tres es no, mejor quedarse callado. Así de simple.
Y aplícalo también en tu equipo. No des pie al chismorreo. Estás en una fiesta del personal, alguien que no ha trabajado ese día te lanza el típico: “¿Qué tal hoy?” Tu respuesta debe ser clara y serena: “Estamos en una fiesta, no se habla de trabajo.” Esa simple frase corta cualquier intento de manipular tus palabras. En el 99% de los casos, la persona se irá a otro grupo, sabiendo que contigo no tiene nada que rascar.
Así se construye un equipo sólido. Con límites claros, con comunicación directa, y dejando claro que lo único que se contagia aquí es la profesionalidad. Todo lo demás, fuera.
Porque quien tolera el chismorreo, pierde el control. Y quien lo frena, lidera.
🗣️ ¿Y tú? ¿En que situaciones has tenido que parar el chismorreo? Te leo en comentarios.
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Filed under: departamento de pisos | Tagged: departamentounido, equiposano, housekeeping, notoxicidad, sincotilleos, trabajoenequipo |


Hola Mar, me encanta… Felicidades, todo un acierto.
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Gracias Amparo
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